¡BLOG! La quietud en la existencia. Cultura y arte.





La Trampa de la Perfección: Arte, Vida y Movimiento


La Ilusión de la Perfección

En cualquier concepción de una unidad perfecta, como la vida perfeccionada del budista, Nirvana o Nibbana (literalmente "extinción" o "apagamiento", como la de un fuego que se extingue), no hay lugar para la variedad, para el juego de la vida. Toda esa inquietud cesa, reemplazada por una calma omnipresente, hermosa si se quiere, pero sin vida. Existe esta inercia en cualquier concepción de la perfección, que la convierte en un ideal inalcanzable en la vida.

Aquellos que, como el faquir indio o los ermitaños de la Edad Media, han apostado todo por este ideal de perfección, han considerado necesario suprimir la vida por todos los medios posibles. Permanecían inmóviles durante largos periodos de tiempo, aislados de todo cambio, como si la quietud los acercara a lo absoluto. Uno de los santos medievales incluso llegó a vivir en lo alto de una columna, donde la vida y el movimiento eran casi imposibles. ¿Era eso trascendencia o una negación de la existencia?

La Perfección en el Arte: Un Camino Hacia la Muerte

En el arte ocurre lo mismo. Todos aquellos que han aspirado a la perfección absoluta han terminado, inevitablemente, en la muerte creativa. La obsesión por alcanzar lo impoluto anula al artista, lo convierte en un espectro que ya no crea, sino que persigue una sombra inalcanzable. Pero el arte, en su esencia más pura, se nutre del error, del accidente, del trazo imperfecto que da carácter a una obra. Las grandes obras maestras de la historia no fueron concebidas como ejercicios de simetría absoluta, sino como expresiones humanas cargadas de emoción, desorden y vida.

La Vida Como Movimiento

La cultura, nuestra cotidianidad, nuestras interacciones humanas, todo es un flujo constante de imperfección que construye la realidad. La obsesión por la perfección es una forma lenta de autoaniquilación; nos paraliza, nos convierte en figuras estáticas incapaces de evolucionar. No somos dioses ni máquinas, y cuanto más luchamos por serlo, más nos alejamos de lo que significa realmente vivir.

La vida no puede ser un cuadro inamovible ni una estatua pulida hasta borrar cualquier rasgo de imperfección. En la danza de lo cotidiano, en la frustración de no alcanzar un ideal, en la crudeza del error, encontramos lo auténtico. Porque detenerse es morir, y la única manera de sobrevivir al peso de la existencia es aceptar que nunca alcanzaremos la perfección. Pero, ¿quién la necesita cuando el caos es mucho más hermoso?

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